Feria de abril de Sevilla año 1.959. Caballo Gorrión del hierro de Natera.
Mi abuelo Félix Moreno solía comprar en Burgos algunos animales que necesitaba para sus actividades como agricultor y ganadero; sería alguna feria o mercado, que gozaba de cierta importancia y fama y que se celebraba
en dicha provincia. De allí venían caballos, mulos y burros, que eran muy apreciados. Llegaban en ferrocarril hasta las localidades de Palma del Río (Córdoba), o Peñaflor (Sevilla), donde se recogían.
Sobre el año 1.950, compró un potro castaño oscuro, medianito de alzada, relativamente manso, al que le pusieron por nombre MACARENO. Lo iniciaron en la doma a montura y lo llevaron a la finca donde vivían mi otro abuelo,
Antonio Miura, y su hermano José, para que bajo la supervisión de estos dos grandes ganaderos, caballistas y garrochistas, fuera afinado y terminado de amansar, para que yo aprendiera en el, a montar a caballo. Su compra pues, tuvo
como destino mi persona.
Ocurrió una tarde en la finca "Los Gallos". Me dieron unas someras nociones del manejo de las riendas, colocación de las piernas y uso de los estribos y me monté en el MACARENO. Alguien le dió un
manotazo en la culata, y al no poder, o no saber sujetarlo de la boca, apreté las piernas; MACARENO salió galopando a la querencia del caballo que montaba, en esos momentos, mi tio abuelo Pepe, que estaba a unos quinientos metros, en
una cancela, y allí paró. Pienso que fue una "jugada pactada y controlada", para ver como respondía yo. Resumiendo, no me caí, recuerdo que sufrí un arañazo en la cara con la vara que llevaba en
mi mano derecha y, lo más importante, no cogí ningún miedo.
A partir de ahí, comencé a montarlo casi todas las tardes en la finca donde vivíamos, con total normalidad y disfrute.
La monta de
otros caballos ocurría cuando iba a pasar temporadas a La Vega, situada en el término municipal de Peñaflor, finca donde vivía mi abuelo Félix. Este solía salir, casi a diario, en un carruaje modelo jardinera
con palio, con su cochero Marcelino, y enganchando una cuarta de caballos, donde se desplazaba para gestionar sus actividades profesionales. Normalmente solía ir a Palma del Río, y a fincas del entorno. Los nietos ibamos a caballo,
con nuestro caballista cuidador "Juanillo", al que le hacíamos pasar algún que otro mal rato. Montábamos con la amanecida, a la salida del sol, y nos dirigíamos al lugar acordado, donde nos reuníamos con el abuelo y
su carruaje. De ahí partíamos todos a caballo, para supervisar las diversas labores agrícolas y ganaderas, y almorzar, en el señorío del cortijo la comida que habían preparado en La Vega y que llevaba el abuelo. Al
atardecer, regresábamos todos, de la misma forma, es decir que pasábamos casi todo el día a caballo. Al día siguiente, mas de lo mismo.
Mi afición a la monta vaquera se fué afianzando, y además
de hacerlo en el campo, casi todos los días, empezamos a acudir, a caballo, a las ferias de las localidades cercanas de Palma del Río y Lora del Río (Sevilla), que por aquellos tiempos eran, fundamentalmente, ferias de ganado, y
a las que solía acudir mi abuelo Félix a comprar o a vender. En ellas montaba, pero sin vestir el traje corto.
Igualmente, participaba en actividades a caballo con el ganado bravo, tales como apartado, herraderos, echar el pienso,
asistir a tentaderos de machos, no como garrochista, etc.
Fué en la Feria de abril de Sevilla, cuando empecé a montar usando traje de chaqueta corta con sombrero de ala ancha, y montura vaquera ecijana, con la concha y la perilla
labradas, bajo la supervisión de mi abuelo Antonio Miura.
Paseaba con mis primos y hermanos por el real de la Feria, en el Prado de San Sebastian, y por el Parque de María Luisa, y participaba en el Concurso de Caballistas, modalidad niños,
que, cada año, organizaba el Ayuntamiento de Sevilla, y que solía celebrarse en los Jardines de Murillo. Con el caballo GORRION, conocido como "el Natera", por su hierro y origen, caballo domado por mi padre, de excelentes condiciones
para la garrocha, y con una boca magnífica, participé en dicho concurso cuatro veces, obteniendo dos terceros premios y dos segundos premios, trofeos que eran entregados por el Sr. Alcalde de Sevilla, en un acto multitudinario que se celebraba en
el recinto ferial, y que posteriormente paseaba orgullosamente hasta llegar a casa.
A partir de esos años, mis prácticas como caballista descendieron, fundamentalmente, por los estudios de bachillerato interno en un colegio
de Sevilla, por lo que solo montaba en el campo por vacaciones y en la Feria de Sevilla, y por el fallecimiento de mi abuelo Félix, ocurrido en el año 1.960. Posteriormente, por mis estudios universitarios en Madrid y por otras circunstancias.